La Ley de Segunda Oportunidad, aprobada en 2015, suponía la posibilidad de que miles de personas con graves problemas económicos pudieran volver a empezar quedando exonerados de todas sus deudas. Cualquier persona física puede utilizar esta herramienta, incluidos los taxistas. Sin embargo, una reciente sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona obligando a un taxista a vender su licencia y su vehículo para poder acceder a la exoneración de sus deudas supone un duro revés para el sector, que se verá privado de su principal herramienta de trabajo si quiere empezar de nuevo.
Asunción Regol, de Regol Abogados, es la letrada que ha llevado este caso en Barcelona y para quien la sentencia de la Audiencia Provincial, contra la que no cabe recurso, ha sido una total sorpresa. “Si me llegan a decir que si la Audiencia fallaría en este sentido no me lo hubiera creído. Ha supuesto un jarro de agua fría”, nos ha comentado. Además, advierte de que esta interpretación jurisprudencial puede suponer “un torpedo en la línea de flotación de la ley que puede afectar no solo a los taxistas, sino a todos los autónomos que quieran acogerse a la misma”.
Gaceta del Taxi.- ¿Qué es la Ley de Segunda Oportunidad?
Asunción Regol.- Hasta el año 2015, cuando una persona contraía una deuda esta deuda era pasa siempre. No había ninguna manera de eliminarla. Además, el Código Civil dice que el deudor es responsable de sus obligaciones de pago con todos sus bienes presentes y futuros. A los empresarios que tenían que cerrar porque no había funcionado su negocio y habían avalado a nivel personal las deudas bancarias o fiscales se quedaban para siempre con ellas, no había manera de liberarse de estas deudas.
El gobierno de Mariano Rajoy, en el año 2015 a instancias del Banco Central Europeo, aprobó esta Ley de Segunda Oportunidad que vino acompañada de una serie de medidas legislativas para los autónomos que habían sufrido muchísimo durante la crisis. España era uno de los últimos países de Europa que no tenía una ley que permitía a la gente tener acceso a una segunda oportunidad y que te perdonaran las deudas. Existe desde hace muchísimos años en Estados Unidos y en la mayoría de países europeos también, como Francia y Alemania. Miles y miles de personas se acogen a esta ley para condonar sus deudas y empezar una vida nueva.
G.T.- ¿Por qué era necesaria una ley así?
A.R.- Porque cuando una persona está en una situación de sobrendeudamiento y no puede hacer frente a él por las causas que sean, si tú no les das esta posibilidad de empezar de nuevo, esta persona al final acaba pasándose a la economía sumergida. Son personas muertas en vida, que no pueden tener nómina porque se la embargan, no puede tener una cuenta corriente porque se la embargan, no puede acceder a comprarse una vivienda, ni alquilarla, y tampoco pueden pagar impuestos porque está completamente excluida de la sociedad. Hay miles y miles de personas que viven en la economía sumergida porque no se les da otra oportunidad.
G.T.- ¿En qué consiste el proceso?
A.R.- La persona que tiene deudas se puede acoger a este procedimiento, que al final viene a ser una quiebra de la persona física. Es un procedimiento que tiene dos fases. Se inicia en la notaría, la ley te obliga a que primero ofrezcas una última prueba de buena fe a tus acreedores ofreciéndoles una cantidad mensual para pagar la deuda y si los acreedores no aceptan esa propuesta, que es así en la mayoría de los casos porque aceptar supone quitas muy importantes, se acude al juzgado para tramitar la situación de quiebra. El juzgado, una vez ha examinado que se cumplen los requisitos que recoge la ley, acaba concediendo una sentencia donde todas las deudas quedan exoneradas.
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Sorpresa en la Audicencia
G.T.- Sin embargo, la Audiencia Provincial de Barcelona obliga a un taxista a vender su licencia para exonerarse de las deudas. ¿Existía algún precedente?
A.R.- La sentencia ha sido una sorpresa. En nuestro despacho, somos uno de los primeros que tramitamos procedimientos de segunda oportunidad y llevamos muchísimos, nunca nos hubiéramos imaginado que obligarían a un taxista a vender su licencia y su vehículo. En el resto de casos autónomos siempre se les ha permitido mantener su negocio sin haber liquidado nada. En el caso de los taxistas estábamos convencidos de que se les iba a permitir. Y no solamente nosotros, también el administrador concursal que nombró el notario y el propio juzgado en el que se inició el expediente excluyó inicialmente la licencia de la liquidación. Fue una de las entidades bancarias, al ver que se iba a quedar sin cobrar, quien recurrió esa decisión y lo llevó a la Audiencia Provincial de Barcelona donde, para nuestra enorme sorpresa, la Audiencia se pronunció diciendo que no, que había que vender la licencia. Si me llegan a decir que si la Audiencia fallaría en este sentido no me lo hubiera creído. Ha supuesto un jarro de agua fría.
G.T.- ¿En qué se basa la Audiencia Provincial de Barcelona para dictar esta sentencia contraria al taxista?
A.R.- La sentencia es incomprensible para nosotros, porque utiliza unos argumentos inexplicables al usar en su fundamentación sentencias anteriores a la entrada en vigor de la ley de segunda oportunidad en 2015. Eso para empezar. Porque desde que ha entrado en vigor, el criterio es completamente contrario al de esta sentencia.
Después utiliza un criterio de proporcionalidad, que viene a decir que como la licencia si se pone a la venta supondría una ganancia de unos 100.000 euros, por ejemplo, con lo que se obtenga se va a poder pagar a todos los acreedores. Este es un criterio que no tiene sentido porque nos preguntamos, si este señor en lugar de deber 100.000 euros tuviera una deuda de un millón, o más, ¿también le habrían hecho vender la licencia? Esto es algo que genera mucha inseguridad jurídica, y no tiene ningún sentido. Es obvio que si un restaurante lo traspasas también tendrías dinero suficiente para hacer frente a las deudas, pero el espíritu de la ley no es ese, es que la gente pueda tener una segunda oportunidad de verdad. Y a este señor, sin su taxi, le estás condenando a no tener nada, porque además es autónomo.
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