Por Daniel Díaz,
taxista y escritor
El Gobierno no hará nada en favor del taxi al igual que no hizo nada el Gobierno anterior. Y para comprender los motivos habría que analizar la situación del país. Por una parte, España cuenta con una deuda disparadísima (más del 100% del PIB) y una tasa de paro muy por encima de la media europea. Por otra, los fondos globales de inversión, en su búsqueda insaciable por rentabilizar su pasta, ahora han puesto el ojo en el negocio de la movilidad de las grandes ciudades. Un negocio que mueve miles de millones de euros y cuyo pastel se dividía entre el servicio público subvencionado (metro, bus), el taxi y el Rent a Car.
La puerta del Rent a Car se abrió sin problemas: Bastó una Ley Ómnibus ad hoc para liberalizar de un plumazo el sector del alquiler sin conductor (la cual benefició muy mucho a las empresas de alquiler, permitiéndoles diversificar su negocio a través del carsharing). Lo del taxi, ya sabían que sería más difícil, pero no imposible. No podían permitirse hundir a todo un gremio de un día para otro a golpe de decretazo, así que decidieron diseñar una hoja de ruta e implantarla poco a poco, en silencio, cambiando una coma aquí, quitando un párrafo allá, al tiempo que vendían promesas al taxista para calmar los ánimos (y dilatar el conflicto hasta el hartazgo). Promesas que, a la postre, nunca se hicieron efectivas (ni lo harán).
Para un político (cínico por naturaleza, y con un dominio de la dialéctica difícilmente rebatible), reunirse con taxistas (elegidos por taxistas) en lujosas salas del Congreso y acariciarles el lomo siempre ha sido, para ellos, pan comido. Los taxistas salían contentos y esperanzados, apaciguando además a todo un gremio al menos hasta la próxima puñalada (¿cuántos años llevamos debatiéndonos entre el desánimo y la esperanza mientras siguen, en goteo, creciendo el número de VTCs?). Y entre medias, llamadita a la calma al inversor. Hacer lo contrario a esto, es decir, aprobar la licencia urbana, sería un mal mensaje hacia esos megafondos norteamericanos y pondría nervioso al nuevo amo del mundo: los Mercados. Y fue por eso que el Gobierno reculó a última hora, cuando la cautelarísima no salió adelante y la entrada en vigor del plan Colau se tornó inminente.
La realidad es esta, por mucho que nos joda. Ni PP ni PSOE harán nada que ponga en riesgo al inversor. De hecho, el Real Decreto Ley (que muchos taxistas aplaudieron), no se aprobó para blindar al taxi. Se aprobó para blindar, nuevamente, la pasta de ese inversor que ya había inyectado cientos de millones en la compra de autorizaciones VTC (y ya de paso "calmar", otra vez, al taxista palillero). Con esto quiero decir que han conseguido colarnos, exactamente, el número de autorizaciones que las agencias de rating, lobbies de fondos de inversión, etc. ya tenían previstas según sus estimaciones de negocio. Ni una más, ni una menos. Y ni PP ni PSOE tendrán el valor de impedirlo.
Lo único que nos queda, por tanto, es hacérselo incómodo. Lo más incómodo posible. LA GUERRA (literal o figurada: que cada cual lo entienda como quiera).