Embarcarte en una lucha tan desagradecida como ésta, la lucha por defender los intereses de los taxistas, te das cuenta de que no sólo tienes que luchar contra las empresas que vienen a liquidarte desde fuera del sector si no que también dentro tienes muchos enemigos. Y cuando digo enemigos no me refiero a que vayan o critiquen tus ideas o propuestas, si no que ellos mismos son los que van degradando su propia imagen, que no es otra que la de todos.
Bermudas, camisetas de tirantes, chanclas para ir a la playa, mala presencia etc… Creo que una de las bases de la supervivencia del taxi es la imagen corporativa que debemos dar y es una pena ver lo que ves y que encima estos compañeros se crean que como son dueños de lo que piensan que es su empresa (no olvidemos, una concesión administrativa) pueden permitirse el lujo de infringir los reglamentos y el código de circulación.
Esto es solo un ejemplo de los muchos ejemplos que podría poner: el estado de los coches, modernización del servicio, aprender idiomas (nivel básico) y así un largo etcétera. Dicho esto se me vienen muchas preguntas a la cabeza. ¿Realmente el taxi tiene solución? ¿Es necesario gastar tanto tiempo y trabajar tanto para un colectivo que, en su mayoría, no quiere ni tiene intención de avanzar? ¿Por qué un taxista asalariado, que se ha dejado tantas cosas personales en el camino, no se da por vencido en esta lucha contra lo externo e interno?
Y muchas preguntas más que me hago todos los días. He intentado dejarlo muchas veces pero al final me resisto a dejar de luchar por algo en lo que creo y no porque los demás vivan en otro mundo voy a dejar de intentar que pongan los pies en la tierra antes de que sea demasiado tarde.
No me conformo nunca y siempre quiero más. En esta lucha hay que ser inconformista e insaciable y que todo lo que hagas pensar que lo haces por ti, por lo que tienes en casa (tu familia).
Podré ser criticado, podré cometer errores, podré ser o hacer lo que sea pero jamás viviré con el arrepentimiento de poder haber hecho algo más y no haberlo hecho porque los demás no lo hacían o porque ya me daba por vencido. Porque en esta vida hay que ir siempre hacia delante y sin mirar a los lados.