La década de los años sesenta fue un periodo muy rico para el sector. Entre las novedades que afectaron al colectivo taxista destacó la publicación del tan deseado Reglamento Nacional de los Servicios Urbanos de Transportes en Automóviles Ligeros (2 de diciembre de 1964) que pretendía sentar las bases de las ordenanzas municipales de los vehículos de alquiler. También se aprobó la concesión de publicidad en el interior de los coches (1960) y en los postes telefónicos (1963) cuyos beneficios se destinaron a la Caja de Previsión, también creada en esta etapa; la inclusión de los autopatronos en el Mutualismo Laboral y la distribución de los nuevos coches por parte de los Subgrupos Provinciales -antes lo hacían los ayuntamientos- según el orden de antigüedad y las licencias de cada provincia. Pero no nos olvidamos de otras iniciativas como la inauguración de un despacho de bombonas de butano en el taller de la calle de Modesto Lafuente, la autorización de la cuarta plaza (junto al conductor) y las tres noticias que marcaron la actualidad de los años sesenta: el motín de las gorras y la aparición del microtaxi y del Seat 1500.
El motín de las gorras
Tuvo lugar el 26 de julio de 1966 en la plaza de Cibeles. Aquel día de verano los taxistas madrileños protagonizaron una protesta espontánea contra el uso de la gorra reglamentaria. El excesivo calor de la ciudad y las propias condiciones de trabajo aceleraron una queja unánime entre todos los taxistas que sembraron de gorras la céntrica plaza madrileña y la fuente de la diosa Cibeles. Incluso la propia estatua apareció coronada con una gorra del gremio. Aquel fue un acto reivindicativo, social y con algunos tintes políticos contra el uso de una vestimenta que no agradaba a nadie, sobre todo en verano.
La propuesta tuvo un importante eco en los medios de comunicación, especialmente en la prensa que aprovechó la situación para apoyar o censurar la actitud de los taxistas. Pero el Ayuntamiento de la capital no quiso, en un principio, favorecer las peticiones del colectivo y, en contra de lo previsto, actuó con mayor rigor si cabe contra aquellos conductores que no llevaban la gorra en su sitio. Además, el excesivo celo de la policía municipal en hacer cumplir la normativa vigente -las multas eran de 250 pesetas, el jornal de un día de trabajo- encrespó aún más los ánimos y los casi diez mil taxistas madrileños de aquel entonces tuvieron que hartarse de paciencia y esperar tres años para descubrirse la cabeza en el trabajo.
El microtaxi, una imposición protestada
Con anterioridad a estas solicitudes, el alcalde de Madrid, el conde de Mayalde, había llegado a un acuerdo con el presidente del Grupo Nacional de Autotaxis, Julián Calderón, para denegar cualquier intento de implantar este servicio de microtaxi en la ciudad. Durante casi 10 años los taxistas pudieron respirar tranquilos hasta que en la sesión plenaria del 29 de julio de 1964 el Ayuntamiento aprobaba la concesión de 1.400 licencias destinadas a cuatro cooperativas de producción que tendrían un mínimo de 350 licencias y 800 socios. Es decir, dos personas por licencia. De nada sirvieron las protestas de los taxistas ni las presiones ejercidas por las organizaciones sindicales porque el acuerdo plenario fue refrendado al año siguiente y en octubre de 1965 fue presentado oficialmente el primer microtaxi, el Renault 4L, perteneciente a la Cooperativa Madrileña de Productores de Taxis. El sábado 13 de noviembre fueron bendecidos los primeros 50 coches que empezaron a circular al día siguiente.
Cada vehículo público admitía un máximo de dos viajeros, tenía una tarifa de 5 pesetas por bajada de bandera y 350 metros de recorrido y saltos de una peseta por la misma distancia. Es decir, un 25 por ciento más barata que los taxis de clase A. Cada coche prestaba servicio en dos turnos de 8 horas y el relevo de conductor se hacía en la vía pública para evitar que el servicio se interrumpiera. Los conductores vestían con gorra, chaqueta y pantalón azules y llevaban en el pecho una placa metálica con el emblema de la Cooperativa. Otros coches que prestaron servicio de microtaxi fueron los Simca 900 y 1000 y los Seat 800 y 850.
Otra de las causas del malestar generalizado en el sector se debió a la mala gestión económica de la primera junta rectora (1965-1969) que afectó a su trabajo diario y condicionó el futuro del microtaxi hasta su desaparición por decreto. Los problemas económicos llegaron acompañados de robos sospechosos de coches, de expulsiones de socios, de amenazas personales y denuncias y de procedimientos judiciales que desembocaron en un cansancio general entre los socios cooperativistas, aburridos de tanta crispación y violencia dialéctica.
Si a todo esto añadimos las propias características técnicas y operativas del servicio como la escasa diferencia de precio entre ambas tarifas (entre 3 y 6 pesetas), las deficientes condiciones de habitabilidad, la menor recaudación con unos gastos muy parecidos a los taxis de franja roja y los turnos dobles de trabajo, la consecuencia fue un deterioro del servicio que obligó al Ayuntamiento a firmar su desaparición el 17 de mayo de 1974. Todas las microlicencias se integraron en los colectivos de autotaxis y gran turismo. Unos años antes había desaparecido el Grupo Sindical de Microtaxis integrado desde 1971 en el Grupo de Autotaxis y Gran Turismo, perteneciente al Sindicato Provincial de Transportes.
Aparece el Seat 1500
En 1963 la casa Seat puso en el mercado el modelo 1500, una variante del 1400 C que había sido muy mejorado. El nuevo coche marcó un antes y un después en la historia de los modelos de taxis por sus características técnicas, elegante diseño y comodidad.-
Próximo capítulo: Los años setenta: el nacimiento de Mutaxi, las asociaciones profesionales y la creación del área unificada.