Para comenzar este análisis con una perspectiva objetiva, es importante destacar una distinción clave entre lo que ocurre en los Estados Unidos y lo que pasa en Europa, particularmente en España. En EE.UU., algunas ciudades ya están realizando pruebas con vehículos autónomos, pero bajo una regulación mucho más permisiva en comparación con la que se aplica en Europa. En la Unión Europea y en sus países miembros, las normativas son considerablemente más estrictas y garantizan mayores protecciones en temas como el empleo, la seguridad en el transporte y los derechos de los usuarios. Por lo tanto, no es posible trasladar las experiencias de Estados Unidos a nuestro contexto sin hacer una evaluación cuidadosa de cómo se adaptan estas tecnologías a nuestro marco legal y a nuestros valores.
Por otro lado, es esencial señalar que el coche autónomo aún no está autorizado para su uso como vehículo de transporte público en Europa. Este hecho ya plantea un reto desde el punto de vista legal. En España, la regulación del taxi se aplica a nivel estatal, autonómico y local, y establece límites específicos en cuanto al número de licencias disponibles. Esto se hace para evitar una sobresaturación del mercado y, al mismo tiempo, proteger a los trabajadores, a los usuarios y a la ciudadanía en general.
La Directiva Bolkestein excluye al taxi de la liberalización
Es importante recordar que la Directiva Bolkestein, que algunos han utilizado para promover la liberalización, excluye explícitamente el transporte urbano de pasajeros, mencionando específicamente al sector del taxi. ¿Qué implica esto? Que, si se autorizara la entrada de taxis autónomos sin conductor, las administraciones públicas tendrían la obligación de indemnizar a los miles de taxistas y conductores de VTC que ingresaron al sector bajo las normativas vigentes. Esto significaría una carga económica de miles de millones de euros para el erario público, un gasto que no puede pasarse por alto y que, en muchos debates sobre los coches autónomos, ni siquiera se menciona cuando se habla de “innovación”.
En Madrid ya hay más oferta que demanda, según un estudio de la Comunidad
En Madrid, además, ya nos encontramos en una situación donde la oferta de taxis es mayor que la demanda. Esto ha sido confirmado en un estudio reciente encargado por la Comunidad de Madrid bajo el gobierno de Isabel Díaz Ayuso. Si el sector ya está sobrecargado, ¿tiene sentido introducir más vehículos, sobre todo cuando se trata de una tecnología que ni siquiera está regulada o demostrada para funcionar en entornos urbanos como el nuestro? A esto debemos sumar los cerca de 9.000 vehículos de VTC que operan en la región, lo que hace que el desequilibrio sea aún mayor.
Un coche autónomo nunca es totalmente autónomo
Otro aspecto fundamental es la responsabilidad y la supervisión humana. Hoy por hoy, no existe un coche autónomo que pueda manejar todas las situaciones del tráfico sin intervención. Ante cualquier accidente, error o problema, debe haber una persona que asuma la responsabilidad por los daños. Un ejemplo claro es el de los aviones, que llevan décadas utilizando piloto automático, una tecnología mucho más avanzada y consolidada que la de los coches autónomos, además en un medio de transporte con muchas menos posibilidades de colisión o imprevistos. Aun así, los aviones siempre llevan a bordo dos pilotos humanos y cuentan con el apoyo constante de la torre de control, operada por personal que también es humano y altamente cualificado. Aunque la tecnología esté muy avanzada, la supervisión humana sigue siendo imprescindible para manejar emergencias y tomar decisiones en tiempo real. Si en la aviación, tras décadas y con todos sus avances tecnológicos, menor tráfico y por ende menor riesgo de colisión, no se prescinde del factor humano, resulta ilógico pensar que, en el transporte urbano, mucho más caótico y lleno de imprevistos, se pueda confiar exclusivamente en la tecnología. Además, cualquier vehículo, ya sea autónomo o no, requiere mantenimiento, reparaciones y supervisión constante. Esto refuerza la idea de que, si algún día se permite el uso de coches autónomos en el taxi, estos deberían estar gestionados por los actuales titulares de licencias, asegurando así que no se pierdan puestos de trabajo.
La tecnología debe beneficiar a la sociedad, no perjudicarla
Por lo tanto, la cuestión no es si el coche autónomo puede o no funcionar, sino cómo se va a implementar y a quién beneficiará. Si realmente esta tecnología se considera beneficiosa, debe estar al servicio de la sociedad y no perjudicar a los trabajadores, que podrían ser desplazados sin necesidad alguna. Si no es así, lo que estaríamos haciendo es favorecer a grandes corporaciones mientras que los pequeños autónomos y ciudadanos asumirían los costos en forma de despidos y compensaciones.
Aunque se implante el coche autónomo, el conductor sigue siendo necesario
Este tema se hace aún más evidente si consideramos los servicios que los taxistas ofrecen hoy en día. Muchos de nuestros usuarios, especialmente las personas mayores o aquellas con movilidad reducida, necesitan la ayuda humana que proporcionamos. Con frecuencia, los taxistas asistimos a los pasajeros a subir y bajar del vehículo, cargamos sus bolsas o incluso les acompañamos al médico o a otras diligencias. Este nivel de atención no puede ser replicado por una máquina, y es vital para un gran número de personas que dependen de ello, quienes son, además, clientes habituales del servicio de taxi.
El coche autónomo será beneficioso para la sociedad solo si las administraciones así lo deciden
Para concluir, confío en que nuestras autoridades, tanto a nivel local como nacional, legislarán en favor de la sociedad. No se trata de oponerse al progreso ni de frenar la innovación, sino de hacerlo de manera justa y responsable. Si los taxis autónomos forman parte del futuro, deben integrarse de forma que tanto los usuarios como los conductores y los propietarios de licencias salgan beneficiados. No podemos permitir que la modernización signifique la precarización del empleo ni la destrucción de un sector que ha sido esencial para nuestras ciudades y del que dependen miles de familias.
Este es un problema que afecta a todas las profesiones
Finalmente, lo más importante es que este problema no afecta solo al taxi. Si permitimos la entrada de vehículos autónomos sin una regulación adecuada, toda la industria del transporte se verá afectada: desde los conductores de VTC hasta los camioneros, mensajeros y repartidores. Estamos ante una transformación profunda que debe gestionarse con cuidado, teniendo en cuenta a quienes dependen de estos trabajos para vivir.
Estoy convencido de que nuestras autoridades sabrán encontrar un equilibrio entre el progreso tecnológico y el bienestar social, para que la modernización no signifique dejar a miles de familias sin sustento, ni que las necesidades de la sociedad queden en manos de multinacionales sin escrúpulos.
Ignacio Castillo
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