Por Daniel Díaz, taxista y escritor
Si atendemos a la definición más básica del término verdad (la correspondencia entre lo que pensamos o sabemos con la realidad), podría decirse que hay tantas verdades como personas habitan en nuestro entorno. La información se mueve a tal velocidad, sin apenas tiempo para ser asimilada, que a menudo tendemos a opinar o movidos por nuestros propios intereses, o bien por prejuicios, o eclipsados por quienes son considerados nuestros guías de opinión o tertulianos de cabecera.
En las últimas semanas, meses incluso, se hacía difícil encontrar espacios de tertulia en radio y televisión donde no le dedicaran horas al conflicto del taxi. Llama la atención que los mismos tertulianos que opinan sobre corrupción, presupuestos, política exterior o el último hallazgo de la NASA, debatan también sobre un conflicto tan complejo como es, precisamente, el que vive hoy el taxi frente a las llamadas plataformas disruptivas. Me cuesta creer que todos ellos conozcan los pormenores del problema más allá de su experiencia personal como usuarios, a menudo cargada de prejuicios sin base periodística alguna. Sin embargo, y dado que cobran por estar ahí, se ven obligados a aseverar con contundencia su opinión a favor o en contra del taxi y defenderla en cada tertulia que pisan, repitiendo hasta la saciedad a veces un solo argumento sin siquiera molestarse en aportar datos que avalen su postura.
Obviamente es imposible que ninguno de ellos conozca las consecuencias de este nuevo escenario de empresas que ahora han entrado en competencia directa con el taxi. A menudo los economistas, o los sociólogos, sólo advierten el peligro cuando ya es evidente, y si hiciéramos un ejercicio cabal de hemeroteca, muchos de ellos quedarían desacreditados al desdecirse ahora de aquello que hace un tiempo defendían. Se echa en falta más rigor y, sobre todo, una mayor especialización en los temas a tratar. Y precisamente por ello, es (o debería ser) tan importante el periodismo especializado en aras a entender mejor el actual escenario.
Publicaciones como La Gaceta Del Taxi deberían ponerse en valor ahora más que nunca. Si hiciéramos un repaso a estos últimos 250 números de la Gaceta, entenderíamos mejor y de primera mano la cronología del conflicto más allá de los prejuicios a los que estamos más que acostumbrados en la prensa ordinaria: el cómo, el por qué y, en consecuencia, qué será del taxi en boca de sus auténticos protagonistas. Gracias a la Gaceta hemos podido entender la postura real de los distintos representantes del sector y entrever hasta qué punto debemos fiarnos de sus hojas de ruta (y después, que cada cual actúe en consecuencia). Por eso es importante, esencial diría yo, estar bien informados: la verdad es un arma poderosa. Aunque duela.