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30/05/2016 11:44:00 - Gaceta del Taxi

Hamilton se reencuentra consigo mismo en Montecarlo


A la sexta fue la vencida. Lewis Hamilton tuvo que esperar hasta el Gran Premio de Montercarlo para hacerse, por fin, con la primera victoria de la temporada. Lo hizo, además, de forma brillante, conduciendo de una manera magistral sobre el complicadísimo trazado urbano de Mónaco.

 

La carrera se inició bajo un importante aguacero que provocó que la salida de la misma fuera lanzada por detrás del Safety Car. Una vez que éste se marchó, Daniel Ricciardo (Red Bull), que había conseguido la pole position el sábado, empezó a comandar el pelotón de monoplazas que circulaban con escasa visibilidad.

 

Con la presencia del líquido elemento sobre el asfalto, los accidentes no tardaron en llegar en la parte media y trasera del grupo, lo que provocó en varias ocasiones que se tuviera que aplicar el régimen de coche de seguridad virtual. Uno de los que probó la resistencia de las protecciones del circuito de Mónaco fue el ganador del anterior Gran Premio en España, el joven de Red Bull, Max Verstappen.

 

La lluvia desapareció y el asfalto monegasco se fue secando. Ahí empezaron las variables estratégicas, y en ese punto se decidió la carrera. Hasta la primera parada en boxes, Ricciardo estaba en primera posición con una ligera ventaja sobre Hamilton, que pronto superó a un desdibujado Nico Rosberg. Los pilotos cambiaron los neumáticos de lluvia extrema por los intermedios y después, viendo que la pista se secaba cada vez más, por los de seco.

 

En ese punto, Red Bull acabó con cualquier opción de victoria del hasta entonces inconmensurable Ricciardo. Cuando el piloto australiano entró en boxes, en su garaje no le esperaba nadie. Despúes –tarde, mal y nunca- salieron los mecanicos a toda prisa para montar las ruedas al monoplaza de la bebida energética. Todo un desastre.

Hamilton aprovechó ese error y consiguió hacerse con una primera posición que mantendría hasta el final, aunque no sin polémica porque en un momento de la carrera tuvo un ligero encontronazo con Ricciardo del que el austrliano, probablemente herido en el orgullo por el error garrafal de su equipo, protestó airadamente en balde.

 

Alonso y Sainz, en los puntos

Si en Red Bull no estuvieron finos con el cambio de neumáticos de su pupilo, tampoco se puede decir que en su equipo filial Toro Rosso estuvieran mucho más atinados. La escudería para la que corre Carlos Sainz arruinó la carrera del piloto madrileño en un momento en el que rodaba por delante de Sergio Perez, el piloto mexicano de Force India que a la postre acabó en posición de podio. Otro día más, y van ya unos cuantos, en el que la suerte no sonríe a un cada vez más centrado Sainz.

 

El tercer cajón del podio fue a parar de esta manera a manos de un Sergio Perez que realizó una carrera perfecta. El de Force India supo aprovechar la oportunidad que se le presentó y gestionó los neumáticos como sólo él sabe hacer, conteniendo la presión de un apagado Sebastian Vettel, que no fue capaz de aprovechar su calidad para obtener un mejor resultado. El alemán de Ferrari parece haberse contagiado por la incapacidad de su equipo que no parece ver la luz al final de un túnel por el que ya llevan transcurriendo casi una década.  

 

Precisamente en busca de un mundo mejor salió de Ferrari Fernando Alonso. El asturiano no ha alcanzado mejoría alguna en sus posibilidades de ser campeón del mundo, más bien todo lo contrario, pero de vez en cuando, como ayer, da pequeñas clases de su enorme talento para que las disfrute quien quiera. Con ese Mclaren finalizar quinto es un hecho casi histórico. La escudería de Woking llegaba a Montecarlo con esperanzas, pero durante todo el fin de semana se pudo ver que no tienen nivel suficiente como para pelear con los mejores. Sin embargo, esta vez sí que estuvieron acertados con la estrategia y con la destreza de Alonso lograron un quinto puesto que es mucho más de lo que merecen.

 

La próxima carrera se disputará en Canadá. En el circuito internacional de Montreal esperan poder evolucionar ese motor que no termina de mejorar y que parece ser el gran lastre –que no el único- que les impide luchar por las posiciones cabeceras.

 










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