El pasado 11 de marzo, 66 taxistas de Madrid iniciaron una aventura solidaria que se convertiría en el viaje de sus vidas. Ese día, 33 taxis partieron desde la capital de España rumbo a la frontera de Polonia con Ucrania con 25 toneladas de ayuda humanitaria y con el objetivo de traer a nuestro país a más de un centenar de refugiados que habían tenido que abandonar sus hogares como consecuencia de la guerra iniciada por Rusia en Ucrania.
Curiosamente ese día, un 11 de marzo, 18 años después de los atentados terroristas que asolaron la ciudad de Madrid y donde se demostró la vocación solidaria y de ayuda a los ciudadanos que tiene el taxista., arrancó el convoy humanitario que ya forma parte de la historia del taxi madrileño. “Siempre está cuando se le necesita y, en esta ocasión lo volvió a demostrar”, recalcan los taxistas.
La invasión rusa sobre territorio ucraniano se inició el 24 de febrero, y apenas unos días después, las noticias hablaban de millones de personas desplazadas. Ahí se fue gestando la idea de colaborar de los taxistas. La necesidad de que algo había que hacer. “Me levanté el día 1 de marzo y vi unas imágenes de Televisión Española muy duras, con un niño llorando detrás de una valla. Se repitió en varias ocasiones. Ahí me quedó clara la sensación de que algo tenía que hacer y me dije a mi mismo que tenía que ir allí a echar una mano. Se lo comenté a mi mujer, me dijo que estaba loco, que a dónde iba a ir”, explica José Miguel Fúnez, taxista madrileño y miembro de la junta directiva de Federación Profesional del Taxi.
“El comentario se quedó ahí, pero luego empezamos a hablarlo con unos amigos compañeros que tienen coches bien preparados. En ese momento, lancé una propuesta de si nos atrevíamos a hacerlo. La respuesta fue clara: no me dijeron si o no, me dijeron que cuándo íbamos. Así de claro lo tenían”, explica José Miguel.
“Creamos un comentario a través de Facebook y no habían pasado ni unos minutos cuando ya empezaron a llamarnos. Gente a nivel particular que quería ayudarnos. Hasta la madre y abuela de un taxista nos preguntaba que cómo hacía para ingresarnos dinero”, explica. El aluvión de taxistas que querían sumarse a la causa les pilló desprevenidos y el lunes 7 de marzo en la sede de Federación se empezó a organizar el convoy. Ese día se puso un número de cuenta a disposición de quien quisiera realizar donaciones. Las ayudas también llegaban de empresas, como Rolex o Mutua Madrileña; y no solo a través de dinero, ya que MMT se comprometió a ayudar los vehículos averiados del convoy y la Sociedad Cooperativa del Taxi corrió a cargo del repostaje de los vehículos que partirían hacia Polonia. También se sumo a la ayuda Mensajeros de la Paz. Quien no se sumó, y eso lo lamentan desde el taxi madrileño, es la administración ni regional ni local. De hecho, tal y como reconoce José Miguel, cuando se estaba gestionando el convoy la administración desconfiaba de la capacidad de los taxistas.
“Empezamos a plantear cuántos coches iban a ir. Primero éramos diez, luego 20, y al final tuvimos que poner el límite en 32. Había mucha gente que quería ir, pero no teníamos financiación suficiente para poder cubrir los gastos”. Finalmente, y tras mantener una reunión con la embajada el jueves día 10, el convoy partió en torno a las 15.00 horas del 11 de marzo desde el aeropuerto de Barajas rumbo a la frontera de Ucrania con Polonia.
Cambio de destino
Cuando el convoy había traspasado ya el territorio francés recibió la noticia de que el ejército ruso había bombardeado zonas situadas a solo 20 kilómetros de la frontera de Ucrania con Polonia. Eso obligó a los taxistas a cambiar de destino. Y sin duda, reconocido por todos, fue el momento de mayor tensión. “Lo decidimos en Alemania. Cambiamos la ruta y la ONG y nos dirigimos a un centro de refugiados a unos 30 minutos de Varsovia”, explica Funez.
“En un principio nos iban a desviar a la frontera con Rumanía, pero luego se decidió que fuéramos a Varsovia. Dejamos todo el material en las naves de la ONG y fue un momento de gran tensión”, explica Antonio Paradinas, representante de Gremial Madrid y que también se unió a esta aventura con otros 65 compañeros. “Decidí finalmente que tenía que formar parte del convoy cuando me enteré que mi hermano ya tenía decidido ir. Me comuniqué con él y me nació la necesidad de acudir”, explica./TAMBIÉN ES NOTICIA
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