El destino quiso unir en el tiempo a dos de los más grandes escritores de la historia. Cada uno en su lengua materna, tanto Shakespeare como Cervantes han dejado un legado de incalculable valor a nuestra civilización. Inmortales a través de sus escritos, en 2016 conmemoramos el IV centenario del fallecimiento de dos genios de la literatura.
William Shakespeare
“Shakespeare no tiene el monumento que Inglaterra le debe”. De esta forma, el escritor francés Víctor Hugo, autor de la célebre obra teatral Los Miserables, levantaba las conciencias patrióticas de los ingleses. Fue entonces cuando se empezó a rendir el verdadero homenaje que el mejor dramaturgo en lengua anglosajona de la historia se merece.
Nacido el 26 de abril de 1564 en la localidad de Strattford-upon-Avon, también conocido como El Bardo de Avon, tuvo una vida intensa, de idas y venidas, que finalizó el 23 de abril de 1616. Se cree que empezó a escribir en hojas sueltas en el año 1589 y que posteriormente inició su carrera de obras teatrales con una serie de escritos históricos muy bien recibidos. Pero su verdadera popularidad la alcanzó con sus tragedias. Romeo y Julieta, Hamlet y Macbeth son tres de sus obras trágicas más conocidas y que le granjearon una gran popularidad.
A pesar de la dificultad que han tenido los grandes historiadores a la hora de poner fecha a sus obras, sí que se ha podido saber que simultáneamente a estas obras trágicas, Shakespeare, escribió comedias que le otorgaron una buena reputación. Entre ellas destacan El mercader de Venecia o El sueño de una noche de verano.
Miguel de Cervantes
Para todos aquellos que utilizan la lengua castellana como propia, Miguel de Cervantes Saavedra es, lo quieran o no, una de las grandes figuras históricas a quien se le debe agradecer su enorme labor literaria. Tanta es su repercusión que, cada año, la mejor obra escrita en habla hispana recibe un premio con el nombre del novelista, siendo un galardón de enorme prestigio que entrega en mano el Rey de España.
Nacido probablemente un 29 de septiembre de 1547, en la localidad de Alcalá de Henares, Miguel de Cervantes sufrió, durante los primeros años de su vida, los vaivenes de su padre en términos laborales. Tras pasar por ciudades como Valladolid o Sevilla, en otoño de 1566 el progenitor de Cervantes, doctor, estableció sus negocios en Madrid de la mano de Alonso Getino de Guzmán. Fue gracias a él, que se dedicaba también a organizar espectáculos, cuando un joven Cervantes inició su andadura literaria.
Pero las aventuras que fueron apareciendo en la vida del novelista no le permitieron establecerse como escritor de forma definitiva. La primera de ellas fue su estancia en Roma como camarero de un monseñor. Se dice que este viaje fue el castigo que recibió Cervantes por un duelo que mantuvo contra un poeta al que dejó herido. Más tarde, con una España en guerra por sus territorios italianos, no quiso eludir tan gran responsabilidad y se vio inmerso en diferentes batallas. Precisamente la de Lepanto, que con posterioridad ha sido la más ligada al autor, sorprendió a Miguel de Cervantes enfermo de malaria y con fiebres y eso le privó de luchar como debiera. Aún así, fruto de un disparo con un arcabuz, su mano izquierda quedó inválida, lo que le valió para ganarse el sobrenombre de “El manco de Lepanto”.
Después de su época militar, que a la larga le sirvió para ganarse un considerable respeto, Cervantes se disponía a volver a España cuando fue sorprendido por unos corsarios turcos que le raptaron. Estuvo en Argel cautivo durante cinco años y un mes. Cuentan los grandes historiadores literarios que ese cautiverio le marcó definitivamente en su concepción de la vida para atreverse a la escritura de su gran obra maestra, El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, que fue publicado en 1605 con un éxito apabullante. Tanto es así que es el segundo libro más veces publicado y traducido de la historia después de la Biblia.