“Voy a llegar hasta el final, porque tengo razón.” Roberto San José Mendiluce es taxista de Valladolid. Lo es desde hace casi 15 años. Fue el primer taxista en llevar un vehículo eléctrico en nuestro país. Un visionario.
Quería llegar al medio millón de kilómetros sin tener que usar combustible fósil. Se quedó en casi 400.000. Un accidente en junio del pasado año dejó su Nissan Leaf siniestro total. Él sufrió abrasiones y magulladuras, también dolor cervical. Se le rompieron las gafas y, afortunadamente, no hubo que lamentar nada más. “Estuve de baja médica una semana”, nos explica en conversación telefónica.
“Mi idea era empezar a trabajar cuanto antes”. Sin embargo, han pasado ocho meses para que Roberto volviera a ponerse al volante de un taxi. Ni es el suyo, ni es eléctrico. Tras este tiempo inactivo, Roberto se ha visto obligado a pedir una excedencia de la licencia de taxi de la que era titular para poder trabajar como asalariado. “No se me caen los anillos, tenía ganas de volver porque hay que comer y ya no puedo seguir pidiendo dinero a la familia”, nos cuenta.
Han sido meses de “supervivencia”, asegura. “Con el dinero justo para comer y pagar facturas, pero sin poder hacer frente a gastos como la hipoteca, o restringiendo el uso de la calefacción”. Aún así, se le oye tranquilo, “ahora lo estoy más, que tengo trabajo”, y esperanzado, “tengo claro que voy a ganar el juicio”.
Porque hasta llegar aquí, Roberto ha vivido semanas de incertidumbre e incomprensión. Si el accidente no le dejó secuelas físicas aparentes, lo que sí le ha dejado es un gran quebradero de cabeza con las aseguradoras. Ni la suya ha negociado lo que tendría que haber negociado, insiste, ni la del contrario, el culpable del accidente, ha movido ficha hasta que Roberto y sus abogados decidieron llevarles hasta la justicia.
Nos retrotraemos hasta junio de 2019. A las 23 horas del 12 de junio Roberto tiene el accidente. “Me golpea otro coche. Yo creo que el chaval iba distraído y reconoció su culpa”. Solo está de baja 9 días, tiempo que aprovecha para empezar a mover los papeles necesarios para declarar el siniestro y reclamar el pertinente lucro cesante. “Yo ya me temía que iba a tener problemas”, nos confiesa. “El vehículo tenía ya varios años, pero le acaba de instalar unas baterías nuevas”. Se cumplen los primeros 40 días, y la aseguradora no mueve ficha. “Supuestamente tendría que haberme remitido una oferta mínima”. Sin embargo, no recibe nada. Silencio. Roberto se teme que va a haber problemas. “Algo me decía que el siniestro se iba a encarecer al ser eléctrico y por haberle cambiado recientemente las baterías. Es como si el coche fuera nuevo a pesar de tener casi 400.000 km”.
Ante esta ausencia de noticias, le recomiendan que haga, de forma particular, un informe técnico con un perito. El informe pericial concluye que el importe del coste de reposición es de 17.756,88 euros, incluyendo el 50% del valor de la batería adquirida apenas unos meses antes.
Sin noticias de la demandada
Con toda esta documentación, Roberto insiste con la aseguradora. Tres meses después, no ha recibido la oferta motivada, donde se debe especificar por concepto el daño personal, material y el lucro cesante, y tampoco una respuesta motivada que, por ley, están obligados a dar desde la aseguradora. “Normalmente, cuando en un siniestro el afectado está de baja, se desconoce el importe de daños personales, pero en mi caso solo había estado unos días de baja. Además ya tenía el daño material y también les había especificado el lucro cesante día por día con los tickets de cada día al cierre”. Aunque lo normal, nos explica, es recibir una oferta al baja, San José no recibió nada. Pasado el verano, la aseguradora le paga la baja laboral de 9 días. “Pensaba que era buen síntoma, que me pagarían el resto porque reconocían el siniestro y no habían alegado nada. Pero no, una vez más, ninguna comunicación”.
El tiempo sigue pasando y Roberto sigue esperando noticias, por lo que decide pasar a la vía judicial. Es el 9 de octubre cuando presenta la demanda, que es aceptada por el juzgado un mes después. Se informa a la aseguradora, que tiene 20 días y 1 día de gracia para responder. En ese último día, cuando parecía que la compañía iba a mantener su silencio, decide contestar. Y se allana parcialmente. Es decir, reconoce parcialmente el siniestro, pero no el importe reclamado. “Hacen una valoración del vehículo sin incluir las baterías que, recuerdo, eran nuevas”. Por el coche solo quieren pagarle 13.499,38€, dado que las baterías “no han sido destruidas y son utilizables”, según consta en la respuesta. “Cuando estamos hablando de un siniestro total, se entiende que se valora todo el vehículo, no una parte sí y otra no”, nos aclara.
Roberto se pregunta qué hubiera pasado si no llega a presentar la demanda. “¿Es que pensaban no pagarme? Yo creo que no han tenido más remedio que responder y pronunciarse”, nos señala.
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